sábado, 26 de octubre de 2013

EL viaje a Canadá.

En este post quiero hablar de cómo fue mi viaje a Canadá y relajar un poco la acumulación de información de las anteriores entradas del blog. Este tipo de contenido en el que hablo de mi propia experiencia y vida en Canadá me gustaría intercalarlo entre el resto de escritos y variar un poco el tono del blog, aunque siempre desde una perspectiva informativa.
Antes de coger el avión pasé una noche en un hotel de Madrid cercano al aeropuerto: cómodo, a buen precio y con servicio de traslado al aeropuerto. La verdad que fue inmejorable y con un pequeño desayuno de despedida. Ese mismo día, nada más llegar al hotel me fui directamente al aeropuerto, tenía que comprobar todos los rincones del aeropuerto; era mi primer viaje internacional en solitario. Por supuesto, esa noche no dormí más de tres o cuatro horas.
Una vez en el aeropuerto, conseguí el billete en el mostrador de la aerolínea y, como mi tiempo de embarque en mi escala de París era sólo de una hora, le pedí amablemente a la persona que estaba en el mostrador que me facilitara el billete de embarque hasta Seattle, sin tener que pasar otra vez por el mostrador; no hubo manera. Seguidamente facturé el equipaje de bodega supuestamente hasta Victoria.
Una vez en el avión nos sirvieron un desayuno con bollería, café y té. Al llegar a París no había espacio en el aeropuerto para que aterrizara el avión, por lo que estuvimos unos 15 minutos dando vueltas hasta que pudimos aterrizar. Mi hora para embarcar se quedó en 45 minutos, así que corriendo y siguiendo las indicaciones de los carteles del aeropuerto y de algún empleado conseguí mi nuevo billete. Llegué a puerta de embarque...viendo como la espalda de la última persona embarcaba, y el responsable de la puerta me decía que ya no podía pasar. De verdad, cuando hay un retraso en un vuelo que pertenece a tu misma compañía, ¿no podrían ser un poco más flexibles?
Tres personas más llegaron detrás de mí; pero no hubo nada que hacer. Nos juntamos y fuimos a un servicio al cliente del aeropuerto que la persona de la puerta nos indicó; pero resultó ser errónea y allí nos facilitaron un nuevo mostrador que no encontramos hasta un buen rato después. Esta indicación resultó ser correcta y obtuvimos un nuevo vuelo. 
Mi avión salía en cuatro horas hacia Toronto, de modo que no tenía que pasar por las incómodas medidas de seguridad de los aeropuertos estadounidenses, creo que salí ganando. El vuelo fue cómodo y con una buena comida. A la llegada al aeropuerto lo primero que encontré fue a aun señor enorme vestido de guarda de seguridad que me pidió el pasaporte y me preguntó por mis intenciones en Canadá con ese acento gutural que me costó entender hasta que deduje que tenía que decir: "I have a Working Holliday Visa".
Luego llegué a aduanas en donde un señor con una calma pasmosa me preguntó de nuevo lo mismo. Yo saqué toda mi documentación (ya estaba avisado, el seguro médico, el justificante del banco, la carta de aceptación de la escuela, etc.); pero la persona tras el mostrador sólo me pidió la carta de aceptación para entrar a Canadá y recibir la visa Working Holiday. Me la dio y la selló 
Oficialmente ya estaba en Canadá. Lo primero que hice fue hablar con un hombre, que intentaba explicarme que mi maleta estaba en Toronto, mientras yo creía que estaba camino de Victoria. Me acompañó hasta el sitio en donde recoges las maletas y finalmente entendí qué intentaba decirme. 
Lo siguiente que pasó fue hablar con otro canadiense que me indicó por dónde tenía que ir para llegar a la puerta de embarque, pues bueno, tuve que coger un metro para llegar. Aquí perdí el billete (curiosamente lo encontré días después entre mis cosas). No podía creer mi mala suerte; pero resultó que con dar mis datos era suficiente. 
Una vez en el avión de camino a VIctoria, una chica muy amablemente me ofreció una almohada hinchable; no paraba de cabecear. Así es, este es el carácter canadiense, en general, pura amabilidad y educación. 

Finalmente llegué a Victoria 7 horas más tarde de lo esperado. Mientras llegaba a la zona de equipaje, me di cuenta de que no tenía conmigo la bandolera con el ordenador de viaje, hablé con un conserje y por suerte nos dimos de bruces con el piloto. Recuperé el ordenador y 24 horas después llegaba al homestay que había contratado con la escuela de inglés

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