En este post quiero hablar de cómo fue mi viaje a Canadá y relajar
un poco la acumulación de información de las anteriores entradas del blog. Este
tipo de contenido en el que hablo de mi propia experiencia y vida en Canadá me
gustaría intercalarlo entre el resto de escritos y variar un poco el tono del
blog, aunque siempre desde una perspectiva informativa.
Antes de coger el avión
pasé una noche en un hotel de Madrid cercano al aeropuerto: cómodo, a buen
precio y con servicio de traslado al aeropuerto. La verdad que fue inmejorable
y con un pequeño desayuno de despedida. Ese mismo día, nada más llegar al hotel
me fui directamente al aeropuerto, tenía que comprobar todos los rincones del
aeropuerto; era mi primer viaje internacional en solitario. Por supuesto, esa
noche no dormí más de tres o cuatro horas.
Una vez en el aeropuerto,
conseguí el billete en el mostrador de la aerolínea y, como mi tiempo de
embarque en mi escala de París era sólo de una hora, le pedí amablemente a la
persona que estaba en el mostrador que me facilitara el billete de embarque
hasta Seattle, sin tener que pasar otra vez por el mostrador; no hubo manera.
Seguidamente facturé el equipaje de bodega supuestamente hasta Victoria.
Una vez en el avión nos
sirvieron un desayuno con bollería, café y té. Al llegar a París no había
espacio en el aeropuerto para que aterrizara el avión, por lo que estuvimos
unos 15 minutos dando vueltas hasta que pudimos aterrizar. Mi hora para
embarcar se quedó en 45 minutos, así que corriendo y siguiendo las indicaciones
de los carteles del aeropuerto y de algún empleado conseguí mi nuevo billete. Llegué
a puerta de embarque...viendo como la espalda de la última persona embarcaba, y
el responsable de la puerta me decía que ya no podía pasar. De verdad, cuando
hay un retraso en un vuelo que pertenece a tu misma compañía, ¿no podrían ser
un poco más flexibles?
Tres personas más llegaron
detrás de mí; pero no hubo nada que hacer. Nos juntamos y fuimos a un servicio
al cliente del aeropuerto que la persona de la puerta nos indicó; pero resultó
ser errónea y allí nos facilitaron un nuevo mostrador que no encontramos hasta
un buen rato después. Esta indicación resultó ser correcta y obtuvimos un nuevo
vuelo.
Mi avión salía en cuatro
horas hacia Toronto, de modo que no tenía que pasar por las incómodas medidas
de seguridad de los aeropuertos estadounidenses, creo que salí ganando. El
vuelo fue cómodo y con una buena comida. A la llegada al aeropuerto lo primero
que encontré fue a aun señor enorme vestido de guarda de seguridad que me pidió
el pasaporte y me preguntó por mis intenciones en Canadá con ese acento gutural
que me costó entender hasta que deduje que tenía que decir: "I have a
Working Holliday Visa".
Luego llegué a aduanas en donde un señor con una calma pasmosa me
preguntó de nuevo lo mismo. Yo saqué toda mi documentación (ya estaba avisado,
el seguro médico, el justificante del banco, la carta de aceptación de la
escuela, etc.); pero la persona tras el mostrador sólo me pidió la carta de
aceptación para entrar a Canadá y recibir la visa Working Holiday. Me la dio y
la selló
Oficialmente ya estaba en
Canadá. Lo primero que hice fue hablar con un hombre, que intentaba explicarme
que mi maleta estaba en Toronto, mientras yo creía que estaba camino de
Victoria. Me acompañó hasta el sitio en donde recoges las maletas y finalmente
entendí qué intentaba decirme.
Lo siguiente que pasó fue
hablar con otro canadiense que me indicó por dónde tenía que ir para llegar a
la puerta de embarque, pues bueno, tuve que coger un metro para llegar. Aquí
perdí el billete (curiosamente lo encontré días después entre mis cosas). No
podía creer mi mala suerte; pero resultó que con dar mis datos era suficiente.
Una vez en el avión de
camino a VIctoria, una chica muy amablemente me ofreció una almohada hinchable;
no paraba de cabecear. Así es, este es el carácter canadiense, en general, pura
amabilidad y educación.
Finalmente llegué a
Victoria 7 horas más tarde de lo esperado. Mientras llegaba a la zona de
equipaje, me di cuenta de que no tenía conmigo la bandolera con el ordenador de
viaje, hablé con un conserje y por suerte nos dimos de bruces con el piloto.
Recuperé el ordenador y 24 horas después llegaba al homestay que había
contratado con la escuela de inglés.
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